Hace unas semanas nuestros alumnos del tercer ciclo de Educación Primaria, ESO tuvieron la oportunidad de asistir a sesiones sobre la prevención de riegos en el uso de Internet.
Del mismo modo un buen grupo de padres han participado también en una charla informativa sobre el citado tema.
Imagen extraída del álbum de PictureYouth |
La iniciativa nace de la necesidad de tomar conciencia de una realidad: nuestros niños han nacido inmersos en la Sociedad de la Información, a la que se aproximan de forma natural, y en la que participan de forma activa aprovechando al máximo sus posibilidades de comunicación y socialización. De forma paralela al avance de las Tecnologías de la Información y Comunicación aparecen situaciones que pueden constituir riesgos para los menores.
Se han realizado algunos estudios que elaboran un diagnóstico de los hábitos de uso de las TIC por parte de los menores: su conocimiento de los riesgos, su reacción ante los mismos y los hábitos o medidas de seguridad que adoptan en su utilización de las TIC. El análisis se lleva a cabo desde la doble óptica del menor y del padre o madre, como responsable último en la educación del hijo y en la concienciación y prevención.
Reflejamos aquí algunos datos del estudio realizado por el Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación (INTECO) sobre hábitos seguros en el uso de las TIC por niños y adolescentes y e-confianza de sus padres.
El modo de acercarse a Internet de los niños es muy diferente al de los adultos.
Los adultos utilizan Internet con una finalidad, ya sea ésta la realización de una transacción bancaria, la compra de algún producto online, la consulta de las noticias en un periódico o la puesta en común de intereses en un foro. Se trata de una aproximación de utilidad.
Los niños, en general, se aproximan a Internet de un modo más “natural”. No buscan sólo un servicio, “están” en Internet y lo utilizan para estudiar, para charlar o para escuchar música. Internet constituye una herramienta básica de relación social y de identidad.
Los menores se enfrentan a riesgos en el uso de las TIC
El estudio realiza un diagnóstico de comportamientos asociados a cada uno de los riesgos siguientes:
- Uso abusivo y adicción.
- Vulneración de derechos de propiedad industrial o intelectual.
- Acceso a contenidos inapropiados.
- Interacción y acecho por otras personas y/o ciberbullying.
- Grooming y/o acoso sexual.
- Amenazas a la privacidad.
- Riesgo económico y/o fraude.
- Riesgos técnicos y/o malware.
Imagen extraída del álbum de nooccar |
El estudio consultado ofrece un análisis individualizado de cada una de las situaciones. Algunas conclusiones relevantes son:
- Lo que más preocupa a los padres y madres es el riesgo de dependencia o uso abusivo (un 39,5% lo declara de forma espontánea), muy por delante del resto de situaciones: virus (13,4%), acoso sexual (9,9%), la interacción con desconocidos (9,2%), los timos y fraudes (8,7%) o el acceso a contenidos inadecuados (8,2%).
- Podemos preguntarnos si los padres y madres, disponen de elementos suficientes para valorar la gravedad de cada uno de los riesgos. A lo largo del estudio se evidencian indicios que apuntan a que la respuesta a la cuestión es parcialmente insatisfactoria: los adultos se enfrentan a una situación nueva, que abordan con interés y responsabilidad. En ocasiones lo que consideran “grave” puede responder más al eco mediático del que los padres son conscientes, por ejemplo el uso abusivo del ordenador, que al peligro objetivo que entraña. Algunos riesgos técnicos así como las descargas, son situaciones muy habituales para los menores pero no son percibidos como graves por parte de padres y madres.
- Esta conclusión apoya la siguiente reflexión: los adultos necesitan herramientas que les ayuden a valorar objetivamente la gravedad de las situaciones a las que se enfrentan sus hijos e hijas.
- No debe olvidarse que los agentes mediante los que se producen ataques (acosos, engaños, etc.) y el medio en el que estos se producen (correo electrónico, navegación, redes sociales, etc.) varían con cierta frecuencia por lo que es esencial responder a los riesgos de hoy con las soluciones de hoy.
Existen situaciones en las que las opiniones de padres e hijos son discrepantes, que en la mayoría de los casos no responden sino a un comportamiento basado en la protección y el cariño de los padres hacia sus hijos:
De un lado, existe una tendencia de los padres a sobrestimar la frecuencia con la sus hijos se ven afectados por situaciones de uso abusivo o adicción, que revela una mayor sensibilidad por parte de los adultos hacia este riesgo. Así, si bien en los casos de incidencia, la frecuencia es baja (a 3 de cada 4 chavales que han experimentado dependencia, uso excesivo o aislamiento social, les ha ocurrido sólo “muy puntualmente o nunca” en el último año), los padres tienden a sobrestimar las frecuencia con la que sucede.
Además, en ocasiones, los padres aprecian ciertos comportamientos con mayor relevancia en su propio hogar que lo que ocurre en el entorno. Esto se observa en el caso del acceso a contenidos inapropiados. En general, los padres consideran una incidencia directa más alta que la indirecta, esto es, los padres consideran que sus hijos acceden a contenidos inapropiados en mayor medida que otros menores de su entorno.
Por otro lado, otras situaciones ocurren a los menores en mayor medida de lo que sus padres estiman. Hay conductas que no preocupan tanto a los padres (como es el caso de los riesgos técnicos) y por tanto éstos minimizan su incidencia. En otros casos, en su afán de protección, tienden a ocultar la incidencia con la que se producen ciertas situaciones frente a lo que declaran sus hijos (como por ejemplo, las descargas ilegales). Finalmente, la discrepancia puede deberse a que, en ocasiones, los hijos no comparten en casa lo que les ocurre en Internet, como es el caso de padecer o realizar acecho a otros niños (ciberbullying pasivo o activo).
Ante una incidencia de seguridad, la mayoría de los menores no es capaz de dar una respuesta
¿Cómo reacciona el menor ante una situación de riesgo? El 85% de ellos que no es capaz de dar una respuesta. Tan sólo el 1% declara expresamente que pediría ayuda a sus padres. En cambio, cuando se les pregunta a los padres “¿qué crees que haría tu hijo ante una incidencia de seguridad?” más del 30% de los adultos afirman que recurrirían a ellos como primera opción. El dato es contundente: los menores no alertarían a sus progenitores en el caso de tener algún problema en la red, pese a que los adultos consideran, en una medida significativa, que sí lo harían.
Hábitos, medidas y herramientas de seguridad
Los padres consideran en un 92,5% que los sistemas y herramientas de protección y seguridad instaladas en los ordenadores de sus hijos (predominantemente antivirus) son medidas muy o bastante efectivas para contrarrestar los riesgos que provienen de la navegación por Internet. Tan sólo un 6,4% duda explícitamente de su efectividad.
Se constata la existencia de una cultura de la seguridad que atiende más a los elementos instalados que a los comportamientos responsables y la educación. La seguridad es una responsabilidad de las personas que se apoya en la tecnología, las tecnologías, por sí mismas, no pueden evitar las consecuencias de un comportamiento irresponsable.
Así pues, una adecuada cultura de seguridad procede, de un lado, de las herramientas disponibles en los equipos y, de otro, de los hábitos o pautas generales de comportamiento adoptados por el menor.
Imagen extraída del álbum de sean dreilinger |
Respecto a las herramientas, el estudio muestra cómo 9 de cada 10 ordenadores usados por los menores tienen instalada alguna medida de seguridad para protegerlos de virus y malware. Se trata sobre todo de antivirus. Medidas específicamente pensadas para la seguridad de los menores, como el control parental o el filtrado de contenidos con su proveedor de Internet están implantadas de forma insuficiente.
Respecto a los hábitos o pautas de comportamiento, la actitud de los padres muestra una implicación en el establecimiento de normas para asegurar una navegación segura. Niñas y niños reconocen tener normas para utilizar Internet, el teléfono móvil y los videojuegos. Se trata, sobre todo, de medidas que afectan a cuestiones más o menos objetivas y controlables por los padres: lugar o tiempo de conexión, limitación de horarios, gasto efectivo (en el caso del teléfono móvil), etc.